29.4.11

Don Eduardo




Durante bastantes anos non me pasaba desapercibida a publicación dun novo libro de Eduardo Galeano, pero Espejos non chegou a min ata hai ben pouco grazas a unha colega do club de lectura. Onte comentamos o libro e cada un leu en voz alta os anacos que máis lle chamaron a atención ou que lle gustaron en especial. A escolla non foi doada, porque don Eduardo posúe o don indiscutible de comprimir nun ou dous parágrafos o que para outros escritores serían precisas varias páxinas ou varios libros. A súa prosa e o seu estilo non só son precisos e atinados, senón tamén delicados e líricos. Eu escollín catro (dous deles relacionados) pero ben puidera ter escollido vinte, porque case todos conteñen algo valioso.


Lede eses dous relativos ás linguas que reflicten ao cento por cento o que eu penso do tema.




Gracias por el castigo


En Babilonia, la ciudad maldita, que según la Biblia fue puta y madre de putas, se estaba alzando aquella torre que era un pecado de arrogancia humana.

Y el rayo de la ira no demoró: Dios condenó a los constructores a hablar lenguas diferentes, para que nunca más pudiera nadie entenderse con nadie, y la torre quedó para siempre a medio hacer.

Según los antiguos hebreos, la diversidad de las lenguas humanas fue un castigo divino.

Pero quizá, queriendo castigarnos, Dios nos hizo el favor de salvarnos del aburrimiento de la lengua única.




Fundación de los idiomas


Según los antiguos mexicanos, la historia es otra.

Ellos contaron que la montaña Chicomóztoc, alzada donde la mar se partía en dos mitades, tenía siete cuevas en sus entrañas.

En cada una de las cuevas reinaba un dios.

Con tierra de las siete cuevas, y sangre de los siete dioses, fueron amasados los primeros pueblos nacidos en México.

Poquito a poco, los pueblos fueron brotando de las bocas de la montaña.

Cada pueblo habla, todavía, la lengua del dios que lo creó.

Por eso las lenguas son sagradas, y son diversas las músicas del decir.




Non sei vós, pero eu percibo con total claridade a música do seu dicir.

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